Lionel Messi cambió de camiseta por primera vez en toda su carrera, se estrenó con la camiseta de PSG y esa fue la noticia mundial del fin de semana.
Ocurrió en la victoria 0-2 contra Reims y duró casi media hora, momento para la nostalgia de los hinchas del FC Barcelona que todavía procesan la sensación de viudez.
El número 30 llegó a los 65 minutos en lugar de su amigo Neymar, a quien le falta un punto de trabajo en lo físico para estar en el nivel que dejó en la temporada pasada. Tal vez eso explique la decisión de Pochettino de no permitir, por esta vez, el show de su tridente Messi-Neymar-Mbappé.
Y llegó tocando la pelota, buscando posibles socios. A los 76 tendría una primera sociedad clara con Mbappé, el joven beneficiado de un pase abierto y preciso, con el sello del zurdo, y en un arranque de respeto le quiso devolver, aunque Reims lo supo cortar. ¿Con otro socio habría preferido rematar al arco? Seguro. Pero era Messi.
Le darían la bienvenida al rigor de la marca en la Liga de Francia, distinta a la que llevaba años experimentando en España, y se acabaría el tiempo sin llegar a intentar remates a puerta.
El argentino terminó sus 25 minutos de descubrimiento de la Liga 1 con 20 pases intentados, 95 por ciento de efectividad en los mismos, un 20 por ciento de pases hacia adelante, 11 en campo rival y 7 más en el bloque alto.
Falta tiempo y mucha adaptación. Pero ya Messi ha pasado la página y PSG, a la espera de lo que pase con Mbappé. tiene razones de sobra para ilusionarse.
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