Histórico 0-0, como dijeron los relatores de la señal oficial de DSports. Pese a dominar todo el partidos, los brasileños se estrellaron siempre con la resistencia de los ticos
Es hermoso el fútbol. Costa Rica que no pasa la mitad de la cancha hace un siglo y medio, logra meter tres pases seguidos y sus hinchas le gritan ole, ole, ole, a Brasil, nada menos. Los Ticos enloquecen en el SoFi Stadium de Los Angeles. Es que, en esa ciudad, la de Hollywood, metáfora universal de los sueños, Costa Rica, de la mano de Gustavo Alfaro, cumple su gran sueño americano: le empata a Brasil. De 11 partidos en el historial contra el Scratch, había perdido diez (un solo triunfo, en los Panamericanos de 1960).
Ahora logra este 0-0 épico, inolvidable, para un país cuyo tamaño es apenas la mitad de nuestra Región Metropolitana, 58 en el ranking FIFA, con apenas seis participaciones en mundiales. Costa Rica tiene a Manfred Ugalde, delantero, 22 años, como su futbolista más cotizado: el Spartak de Moscú lo compró por 13 millones de euros. Del otro lado, Vinicius con su cláusula de mil millones de euros… Nada contra todo.
Lo curioso, lo paradójico, es que, hay que decirlo, lo durmieron a Brasil. En este torneo continental, donde suelen ser generosos con los hermanos brasileños, en el primer tiempo le anularon un gol por un offside finísimo. Fue una pelota parada: centro al área, la toca Rodrygo en el primer palo y la empuja Marquinhos en el segundo. Pero el VAR marcó offside. Un offside tan milimétrico como insólito. Una hormiga. Un granito de arena en Copacabana.
Costa Rica aguantó como pudo: sus poco más de cinco millones de habitantes bancando la parada en su campo contra los 215 millones habitantes de Brasil. Alfaro puso la buseta (como se le dice al micro en Costa Rica). Y lo bien que hizo. Solo le faltó poner a Soldano de 8. Cinco defensores, dos volantes de contención y el Padrenuestro que estás en los cielos de 9.
“No pienso ir a ningún partido en la Copa América. Está faltando todo en el equipo. Falta garra, falta alegría, falta jugar bien”, dijo nada menos que Ronaldinho en la previa de esta Copa. Si bien después se conoció que era parte de una movida publicitaria la realidad es que este Brasil no entusiasma demasiado ni a los propios torcedores y que no es un equipo de temer como tantos otros seleccionados brasileños.
Está en un nuevo proceso de la mano de Dorival Junior (DT campeón de la Libertadores con el Flamengo), con jugadores jóvenes. Este lunes se paró con un 4-2-3-1, con Bruno Guimarães (hombre del Newcastle) y Joao Gomes (Wolverhampton) como volantes de contención y salida limpia, más adelantados y bien abiertos Raphinha (Barcelona) para explotar su velocidad por derecha y Rodrygo (con la 10 de Pelé, Ronaldinho, Rivaldo y Ney) por la izquierda, más el paquete de Paquetá (West Ham) detrás de un Vinicius que se paró de 9, pero que alternó posición permanentemente con Rodrygo como suele hacerlo en el Real Madrid.
Atacó, intentó, llegó, tuvo chances (ese disparo de Paqueta en un poste) y en el ST tiró todo lo que tiene a la cancha: entraron Endrick (el pibe del Real Madrid de los 60 millones de euros), Martinelli (Arsenal), Sávio (Girona)… No pudo. Terminó muy desdibujado. Con un Vinicius que arrancó a pura gambeta para comerse la cancha y terminó frustrado, fastidioso, protestón, sin pesar en el desarrollo, saliendo en el ST y viendo cómo los Ticos, los Ticos, le gritaban ole, ole, ole…
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/Escrito por Mariano Murphi para Olé de Buenos Aires
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