Los brazos kilométricos de Courtois, el oficio defensivo, en especial de los dos centrales, y la dosis de fortuna necesaria cuando se llega a estas alturas de la Copa de Europa alfombraron el pase del Madrid a las semifinales, donde le espera el Chelsea, otro equipo inglés en un camino que sigue apareciendo moderadamente despejado para el Madrid, subido en la ola buena en Europa y en la Liga, pero huérfano en Anfield de grandes argumentos más allá de la fiabilidad de su tronco defensivo. Esta vez los formidables centrocampistas creativos del Madrid no estuvieron a al altura de su excelso nivel de los últimos partidos, pero Casemiro contribuyo al sostén del equipo con su despliegue habitual. Y el Madrid, con el partido quizá más gris de una racha que no se vio interrumpida en Inglaterra, sigue avanzando. Son sólo tres partidos. Una perspectiva demasiado golosa como para no relamerse.
Pese a todo, el partido fue un suplicio para el Madrid, que sufrió varias oleadas de los de Klopp, con Mané generando problemas y Salah mostrando el mismo filo que en el partido que jugó con la Roma en el Bernabéu en el camino de la Undécima.
Los ‘reds’ dispusieron de ocasiones de todos los colores, que abortó unas veces Courtois y otras la falta de finura de los ingleses en el remate. Con todo, fue el Madrid, que jugaba básicamente a ver correr el tiempo, el que más cerca estuvo de hacer barraca en el primer tiempo, en una aventura personal de Benzema,la única que se permitieron los blancos en el primer acto, que Kabak estuvo a centímetros de convertir en autogol.
El Liverpool salió con brío, como era de esperar, y al minuto pudo reventar el partido con un cara de cara de Salah con Courtois que se llevó el portero del Madrid, de largo el mejor jugador de su equipo. Milner volvió a exigir al belga, que desactivó el remate y permitió a los suyos tratar de bajarle pulsaciones el partido. Pero ni Kroos ni Modric llegaron a coger la hebra y la banda derecha, ese experimento con Fede y Asensio, era un agujero negro en los dos sentidos del juego. Con todo, gozó el Madrid de un amplio tramo de alivio, pero nunca buscó los bigotes de Alisson. La consigna era tocar para, en teoría, desgastar al rival sin incurrir en excesivo gasto propio, y esa parte del plan salió bien, pero pudo ocurrir perfectamente lo contrario si Salah y Wijnaldum no hubieran enviado fuera dos remates francos en los últimos minutos del primer acto, que vio al Madrid salir sorprendentemente indemne de la encrucijada.
Firmino volvió a toparse con Courtois a los 40 segundos de la reanudación, en el preludio de un segundo acto de nuevo agobiante para el Madrid, en el que se consolidaron las figuras de Nacho y Militao, tercer y cuarto central de la plantilla, vitales en este tramo de la temporada. Casi todo se ventiló en la mitad del campo madridista, pues los de Zidane seguían jugando con un ojo en el crono y cierta alergía al área visitante. Vini y Benzema amenazaron a Alisson, pero las ocasiones siguieron cayendo del lado local, con el remedio habitual por parte del Madrid, que sólo al final, cuando los cambios desdibujaron el partido y el Liverpool se desmadejó, se asomaron con más intención al área local. Pero es gol nunca fue una prioridad para el Madrid en Anfield, que volvió a ver la versión más italiana del Madrid. No hizo falta mucho más para cerrar un cruce que se decidió en el campo de entrenamiento de Valdebebas.
/Escrito por Sergi Siguero para Marca de España
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