Alaba y Benzema, que levanta su primer trofeo como capitán, firman el esperado e indiscutible triunfo blanco ante un Eintracht que sólo tiene una: el paradón de Courtois
El Real Madrid sigue siendo el Rey de Europa. En un ejercicio de autoridad, levantó la Supercopa que se daba por descontada, pero que había que conquistar en el campo. El tercer título de los cinco que puede alzar en el año (o el primero de los seis de la nueva campaña, en las cuentas de Ancelotti) confirma el dominio de un equipo de leyenda, infalible en los momentos decisivos. Gana. Y juega. Por supuesto. Aunque el relato mantiene que si vence es por azar o por testosterona. Pues no. Vence porque es mejor. Con y sin balón. Porque si no, no sería tan difícil derrotarle.
Empezó la nueva temporada como acabó la pasada. Con Courtois sosteniendo al Madrid a las primeras de cambio. Porque después de casi un cuarto de hora de monólogo blanco sin llegada, una pérdida absurda de Mendy facilitó el mano a mano de Kamada, el japonés que será rival de España en el Mundial de invierno. El portero belga aguantó el duelo, eligió cubrir el tiro cruzado y acertó, como casi siempre. Tan importantes como los goles que marcas son los que no recibes.
Claro que el Eintracht también salvó una ocasión clamorosa, en el mejor ataque del Madrid. También recordando la cabalgada de París, Valverde salió por derecha como un velocista, sirvió al medio, el Pichichi Benzema regaló el tanto a Vinicius y el brasileño resolvió bien, sin contar con la espléndida acción defensiva de Tuta para salvar bajo palos.
Fueron dos relámpagos en un duelo a ritmo de pretemporada. Con la alineación de la 14, el Madrid se sintió protagonista ante un Eintracht disminuido respecto al que fue campeón de la Europa League. Sin Kostic y Hintereger, líderes en ataque y defensa respectivamente, el sorprendente equipo alemán entregó la pelota a los blancos para buscar el robo y la contra. Los adversarios de la memorable final del 60 ofrecieron media hora larga de juego plomizo, a bajas revoluciones hasta que decidió la clase.
Es cierto que Trapp sacó una gran mano tras un espléndido remate cruzado de Vinicius, pero en el córner resultante ganó el duelo Benzema, el meta alemán salió a por uvas y Casemiro regaló a Alaba el 1-0. No había silla por los alrededores para festejar el primero.
Desbloqueado el encuentro, el campeón de Champions gobernó con suficiencia y pudo sentenciar. Creció Kroos, que robó y sirvió para Benzema en la frontal. El francés falló donde no suele, en un remate cómodo. Y tras la pausa, sin cambios, Trapp evitó el segundo en un remate de Vinicius a quemarropa, dentro del área, con una buena acción de reflejos. Glasner vio perdido el título y metió talento arriba. Gotze, glorioso en Brasil 2014, y Kolo Muani, un punta rápido, revitalizaron el ataque alemán, aunque se descosieron atrás. Casemiro pudo sentenciar en un zurdazo desde la frontal que escupió el travesaño.
Estaba escrito que el primer partido de Benzema como capitán no podía escaparse sin su sello de calidad. Cierto que colaboró Kevin Trapp con sus manos blandas, pero el remate de primeras de Karim, acomodando el cuerpo, fue la solución perfecta a la incursión de Vinicius. 2-0, con 25 minutos por delante, era una invitación para mandar un mensaje rotundo a los aspirantes. Quien quiera desbancar el Madrid tendrá que sudar a conciencia. Entraron Rodrygo y Camavinga, continuando con el homenaje a los destacados de la pasada Champions, así que se hicieron esperar los recién llegados. Entraron junto a Ceballos quien, al contrario de Odriozola, sabe que cuenta con el favor de Ancelotti. Estuvo más cerca el tercero que el descuento del Eintracht, sensiblemente inferior. Salvo en el arranque, no tuvo opción. Virtud de un Madrid sobrado, de juego y de recursos. Empieza el desafío. A ver quién destrona al supercampeón.
/Escrito por José María Rodríguez para Marca de España
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