Tres goles de un extraordinario Benzema concretaron en la red la exhibición del conjunto blanco, ante un Chelsea que descontó mediante anotación de Havertz
En el escenario más adverso, en casa del campeón de Europa, el Real Madrid descorchó la botella y se puso a jugar al fútbol como si no costara. Una victoria de impacto, de prestigio incuestionable que lleva la firma de Karim Benzema, el mejor jugador hoy por hoy del continente. Preciso, incisivo, indetectable, autor de otro hat-trick consecutivo tras el milagro ante el PSG. Pero junto a él compareció un equipo extraordinario, amplísimo de recursos en todas sus líneas, desde el extremo con Vinicius al guante siempre milagroso de Courtois. El Chelsea cayó con honor, rematando casi veinte veces, con Havertz como mejor futbolista, pero la impresión fue la opuesta al pasado año.
Puede que tuviera que ver la inclusión de Fede Valverde en banda derecha. No de extremo, porque con balón era punta y sin él era zaguero. El caso es que el equipo blanco que sucumbió hace menos de un año sin público cuajó un partidazo espléndido, de juego rápido y repliegue solidario, imprescindible para doblegar a un equipo fortísimo como el Chelsea, táctica y físicamente.
El plan de Ancelotti se vio favorecido por la elección de Tuchel, con Christensen como central derecho, James lanzado y Azpilicueta en el carril zurdo. Se benefició Vinicius, que hurgó por el costado que cerraba el futuro central azulgrana. Aunque el primer aviso fue un balón largo de Kanté que dejó a Havertz mano a mano con Alaba, bien tapado por el austriaco, el Madrid fue un martillo desde el inicio. Un robo de Valverde activó a Benzema y la contra desembocó a Vini al lado opuesto. Quebró hacia dentro y remató al larguero. En un error de James se plantó Vini en el área y no acertó en la resolución. No hubo más avisos.
Es de suponer que no quedarán ya entre el madridismo detractores de Benzema. Se le acusa de no ser un ariete al uso, un jugador de área. En tres minutos desimintió tal teoría. Primero combinó con Vinicius en pared, el brasileño se fue como extremo, sirvió atrás y el frentazo poderoso de Karim estalló como un trueno en la escuadra. No reaccionó el Chelsea, que perdió la bola y consintió el ataque largo blanco. Recogió Modric, sirvió cruzado al área y Benzema, hacia atrás, acomodando la cabeza, amortiguó el remate para ajustarlo junto al palo. 0-2. Imponente.
Puede que el Madrid pecase entonces de conformista, al atraer al Chelsea con la salida de balón jugada. Con dudas, los blues se fueron asomando, favorecidos por alguna imprecisión en el toque y por la habilidad de Havertz para aparecer donde no se le esperaba. Es cierto que Carvajal pudo ampliar la cuenta al salir a una contra y aparecer como ariete. Sacó Mendy con la manopla. Pero el alemán del Chelsea se las ingenió para sortear la vigilancia (y la patada) de Carvajal y rematar con la cabeza, potente, a la red.
En esos cinco minutos finales del primer acto no tuvo suerte el Madrid. Porque Benzema perdonó el tercero tras otra acción de Vinicius, en un remate fácil. La fortuna extraviada entonces regresó al minuto del segundo tiempo, cuando Benzema volvió a perseguir un imposible (como con Ulrich, Karius o Donarumma), provocó la pifia de Mendy, el del Chelsea, y Rudiger para anotar a puerta vacía. Quién sabe si la decisión de Tuchel con el doble cambio de cerrar con cuatro y retirar a Kanté por Kovacic favoreció el desconcierto local.
El paisaje era perfecto para el Madrid, y durante un buen rato fue dueño y señor del encuentro. El Chelsea no llegaba y los blancos no perdían la pelota, aunque no llegaba con claridad al área enemiga. Los ‘blues’ dieron signos de peligro en jugadas aisladas, como en el disparo imponente de Azpilicueta a la escuadra que requirió los servicios de Courtois, un gigante. A pesar de la indefinición institucional, el Chelsea tiene una plantilla de primer orden, y la entrada de Lukaku junto a la marcha de Militao por lesión alteró el partido. El enorme delantero belga se ancló en el área y conectó dos cabezazos de gol, uno clarísimo. Ambos desviados.
Ancelotti relevó a Kroos, generoso en la presión, y metió a Camavinga para refrescar la medular. El problema blanco fue que dejó de amenazar a la contra, invitando al Chelsea a echarse arriba. Por sorpresa, Ancelotti ordenó entrar a Bale para que hiciera con el Madrid lo que ya hizo con Gales. Se marchó Benzema sin más aplauso que el de la hinchada blanca. Stamford Bridge es menos que San Mamés. También se tuvo que ir Valverde, acalambrado después de un palizón brutal. Metió globos el Chelsea para descontar en el tramo final. Resistió el mejor Madrid de la temporada, a un nivel que invita a soñar a sus aficionados. Seguro que el Chelsea aprieta en el Bernabéu, y bien haría en no fiarse y recordar lo ocurrido con la Juve tras aquel 0-3 en Turín, pero el Madrid tiene un pie en semifinales.
/Escrito por José María Rodríguez para Marca de España
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