Mbappé destrozó en el último segundo a un Real Madrid que creyó que iba a sobrevivir a un bombardeo. Pero a Mbappé siempre le queda una bala más. Ha destrozado a Carvajal, ha provocado un penalti y en el último segundo ha dejado con el molde a medio equipo blanco para poner en ventaja al PSG en la eliminatoria
Cuántos pidieron permiso, corrieron desde la oficina, paralizaron todo para verlos. Cuánto le deben a Mbappé, el hombre que hizo que el esperado duelo PSG vs Real MAdrid por octavos de final de la Champions League no hubiera quedado en deuda.
PSG luchó, puso intención, sacrificio y un gol y se quedó con los tres puntos en un 1-0 que fue justo pero que, en términos de espectáculo, no cumplió la expectativa.
En los primeros minutos salían en todas las fotos Mbappé y Carvajal, el primero porque era el referente del ataque del local, el hombre al que buscaron Di María y muy especialmente Messi con sus pases profundos, y el segundo por la enorme dificultad que le daba tratar de frenar su endiablada carrera, su cambio de velocidad en menos de un metro, su picardía. Y encima lo doblaba Mendes y lo hacía ver peor.
Lo raro es que la propuesta del Madrid en toda esa primera parte fue medio mezquina para su estilo y su nómina, una idea atípica de aguantar a su rival, de resistir sin proponer, de vibrar en la misma sintonía de un Benzema que evidentemente no está al tope físico y no tiene cómo responder a alguna iniciativa ofensiva de los suyos.
Empezaba a coleccionar malas noticias Ancelotti a los 36 minutos, cuando la falta de Casemiro a Paredes acabó en la amarilla al brasileño que lo saca de la revancha, mismo destino posterior de Mendy. Y a modo de revancha se cargaba a Verrati, al provocar una falta que también merecía el castigo.
Pero bajaba el telón de la primera etapa no digamos sin opciones de gol: ¡sin un solo tiro al arco! ¡En el partido más esperado de los octavos de final de Champions! Qué poca compasión con tanta expectativa… qué daño hizo el fin fin del gol visitante que sacaba de las trincheras a los visitantes y privilegiaba el espectáculo.
Por fortuna se apiadó Verrati, se la tocó a Hakimi y este inventó un pase a Mbappé, cuyo riflazo solo pudo repeler la siempre veloz reacción de Courtois. ¡Parecía que sí habría partido en el Parque de los Príncipes, después de todo!
Y sí que había cuando de nuevo Mbappé -quién si no- fabricaba un penalti del que más sufría entre los de blanco, Carvajal, y se paraba al frente Messi. Era cuestión de tiempo la celebración pero estaba el interminable Courtois, con esa humanidad que parece ocupar el arco entero, y le rechazó el cobro a lo grande. ¡Cuánto pesa un fallo así en estas definiciones!
Pero si algo tenían en común Carvajal y el argentino es que no vivieron ni mucho menos una noche feliz en París: al 30 del local se le estrelló siempre entre las piernas rivales los intentos, no recibió nunca con espacio, hasta una mano metió en medio de la frustración.
Por eso ya no hubo otro remedio que arriesgar a Neymar a los 72, porque Mbappé no tuvo en Di María al socio que necesitaba y porque en ningún cálculo francés cabía un cero a cero en casa. Se inventaba un tiro libre el brasileño que su amigo Messi tiró desviado, él mismo cobraba un tiro de esquina que por centímetros se le iba desviado a Mbappé , a él le salía desviado el intento cuando se juntaba con Messi a los 86 y así… Hasta que por fin el fútbol premió a Mbappé: a los 90+1, previo taco de Neymar, se abrió espacio él solito entre Militao, Lucas Vásquez y finalmente Courtois para meter la pelota al arco por fin, después de intentarlo todo el juego.
El termómetro de los merecimientos daba en rojo a un PSG que lo hizo todo, contra un Real Madrid que especuló y descansó en Courtois. Son apuestas, no están prohibidas. Pero el que siempre apuesta a no perder, al final pierde.
Ancelotti confió en su escuela italiana, supo esconder el fútbol detrás del aguante y llevarse a su terreno la disputa final. Perdió pero solo por un gol. Mejor dicho, por un golazo.
A PSG le queda la amargura de no hacer más diferencia en casa pero la tranquilidad de tres puntos y la apremiante necesidad de recuperar al cien por ciento a Neymar, el que cambió la cara de Pochettino, la pata que le falta a la mesa, el que completó, por fin, la idea de que el PSG puede ser un equipo imbatible.
/Fútbolred
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