El equipo local, con el argentino desbocado, silencia al Betis tras un penalti polémico
Silencio, eco, mascarillas, butacas vacías, desinfectante y Ocampos, un futbolista que hace mucho ruido. El argentino rompe cualquier protocolo. Fue un tormento para un Betis postizo, de pretemporada, con el fútbol en el vestuario hasta que se vio herido. El Sevilla inicia una miniLiga hacia la Champions. En el derbi sólo hubo un equipo, el de Ocampos.
Un Sevilla-Betis sin gente es un ‘unplugged’, unos Rolling Stones sin Mick Jagger, una pasión desenchufada. Si hay un partido que aguanta mal la puerta cerrada es el derbi sevillano, una reunión que se disputa en la cocina, en la barbacoa, en el salón, en el dormitorio, en el bar, en la calle y en el césped.
Ahí, entre ecos, fue el Sevilla el primero que se acopló al protocolo. El artículo primero fue arroparse en Ocampos, un jugador de zancada que alarga la distancia social con el defensa, en este caso Alex Moreno, que pronto vio que la noche se le iba a hacer larguita.
El argentino casi deja una portería sin escuadra en un remate. Por la otra banda era Reguilón el que pisaba la alfombra verdiblanca. El Betis de la primera parte fue un equipo virtual, sin balón y sin mando. Faltaban en la alineación tipos como Guardado y Joaquín, gente con chaleco anti-nervios, y se notaba. Lo único distinto era Fekir, un futbolista que no entiende de fases, siempre instalado en el ingenio. Dejó detalles, pero la chicha siempre estaba en la orilla local, donde el Sevilla no encontraba puntería para tanta llegada.
Un penalti para la polémica
En estas citas, en la que hay puntos y honor en juego, es habitual que las faltas se hagan con el infractor cogiendo carrerilla mordiéndose el labio mientras se disculpa con una mirada de callejón fuera de mapas. A falta del club de socios de Pablo Alfaro y Rincón, de eso hubo poco.
Mateu Lahoz dirigía una noche sin rayos y truenos hasta que vio penalti en un apoyo de Bartra sobre De Jong. Es un penalti para enfadar al que lo recibe y alegrar al benefactor. Volvía la polémica, volvía el fútbol. Ocampos, en un acto de justicia por su partido, llevó el balón hasta la red para marcar el primer gol de LaLiga de las mascarillas.
Aparte del lío, dio la sensación de que el Sevilla había estado una semana parado y el Betis, tres meses, como si no hubiera parado de celebrar la victoria contra el Madrid. El equipo local tuvo ritmo y balón hasta que se echó atrás para conservar el botín.
Con la puerta abierta Fernando, tras un taconazo de Ocampos, ahogó al Betis con otro gol. Con una carretilla en la espalda, Rubi buscaba una revolución con Láinez, Loren y Joaquín. Lopetegui dio paso a Ocampos a las hamacas después de comerse el derbi. Quedaban los minutos de propina. Este fútbol se ha hecho raro. Al derbi le faltó pasión, pero tuvo un remolino y ruido en Ocampos, un futbolista de muchos decibelios.
/Marca
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