«Estamos viviendo un sueño, le digo a Juan Solla que me pellizque, pero hay que sacar la faena adelante», indica el preparador físico vigués
Eduardo Domínguez había vivido todo tipo de experiencias en el fútbol profesional a sus 54 años. Eminencia en la evolución moderna de la preparación física a nivel académico y personaje capital en la etapa más gloriosa de su amado Celta junto a Irureta, Víctor Fernández y Lotina, el vigués acompañaría después al técnico vasco y a otros, como Karpin y Luis García, en sus aventuras en Espanyol, Real Sociedad, Deportivo, Spartak, Mallorca, Baniyas, Beijing, Villarreal, Al Shabab y Sporting de Gijón. Pero jamás, pese a ese largo recorrido, había vivido un torneo de selecciones.
Walid Regragui lo reclutó a finales de agosto, cuando se produjo un relevo de urgencia en el combinado marroquí. Domínguez reclamó a su vez la ayuda del redondelano Juan Solla. Ambos están participando y colaborando ahora en el sueño de Marruecos.
-¿Cómo está siendo la experiencia del Mundial?
-Mañana iniciamos la quinta semana de concentración. Mi mujer vino desde Vigo a ver el partido de cuartos y hemos tenido la mañana del domingo más o menos libre. Es la primera vez que he podido salir a dar una vuelta por un sitio diferente que no fuese el hotel y el campo de entrenamiento. Tenemos una sesión de entrenamiento al día, el 80 por ciento de las veces por la tarde. Es mejor así por los horarios de los partidos y porque a las 10 o 11 de la mañana hace calor. Pero en la vida del hotel, en el día a día, hay mucha faena: estás con un jugador o con un grupo, en el gimnasio… Aunque no sean los entrenamientos oficiales marcados, siempre hay cosas que hacer. Yo tengo que mandarle a todos los clubes a los que pertenecen los jugadores un informe de lo que van haciendo cada día. Es casi mejor tener la jornada ocupada. Estas cinco semanas se nos han pasado muy rápido. Tampoco tienes tiempo para disfrutar. Una vez que el árbitro pita el final, Juan Solla y yo ya estamos pensando en recuperar a la gente lo antes posible e intentar que dentro de la euforia se vayan cumpliendo unos ciertos protocolos pospartido. Nunca he estado en una Vuelta a España o un Tour, pero debe ser parecido. No hay tregua. Es agotador, pero se lleva mejor con estos resultados.
-No sé si los clubes estarán preocupados. Pero todo el mundo destaca el desgaste brutal de Marruecos en cada partido. Y ustedes dos tienen mucho que ver en ese impresionante despliegue físico.
-No creo que hagamos cosas diferentes a lo que hacen otras selecciones. Me refiero a técnicas de recuperación activa, suplementación, etcétera. Es cierto que el once inicial se ha ido repitiendo, salvo alguna variante, en estos cinco partidos. Es lo más determinante. Hay que tener una atención casi personalizada con los jugadores que están disputando más minutos. Luego hay otro grupo de doce o trece jugadores, que están jugando menos pero a los que no puedes desatender. Puede haber lesiones. Contra Portugal teníamos dos jugadores que habían caído enfermos. Aquí, entre los aires acondicionados y los cambios de temperatura, hay que tener mucho cuidado. Tuvieron que entrar otros, que también debían estar preparados. Pero a nivel de mejora de la condición física nosotros no podemos hacer nada. No hay tiempo. El trabajo se hizo antes, en el seguimiento de los jugadores. Algunos no estaban jugando minutos en sus clubes y aquí lo están haciendo cada tres días. Hay que estar muy pendientes de ellos. Los resultados, el momento que vivimos, todo fluye y lo hace más llevadero
-El cuerpo técnico que encabeza Walid Regragui se hizo cargo de la selección apenas tres meses antes del Mundial. El objetivo se centraba más en la próxima Copa África. Pero ahí están, rompiendo las barreras del fútbol africano. ¿Algún secreto?
-Estoy convencido de que la clave estuvo en la elección de jugadores por parte del entrenador. Convenció a algunos, es público, que no querían estar en la selección por problemas anteriores. El entrenador ha sido el verdadero coach, el verdadero psicólogo, el verdadero motivador. Él lo tenía claro. Había sido jugador y ayudante en otras etapas de la selección marroquí. Desde el primer día, en la primera y única concentración previa que tuvimos, me dijo: “Edu, tenemos que generar muy buen ambiente, que los chicos vengan felices con la selección, sabiendo que van a estar a gusto”. Aquellos amistosos contra Chile y Paraguay ya fueron un ensayo de lo que queríamos, de la dinámica del día a día. El entrenador ha sido muy inteligente. Conoce las costumbres de estos jugadores. Cuatro o cinco semanas se pueden hacer muy pesadas y él ha sabido dejarles a los jugadores su espacio, su tiempo, su relación con las familias… Ha habido charlas de vídeo y análisis del rival, pero no los ha machacado. Ha tratado de sintetizar, de concretar, sin hacerse pesado. Y hay un grupo de jugadores que cuando la gasolina de las piernas se acaba y los pulmones no dan más, tiran de corazón. Es el objetivo que quería el mister, construir una familia más que un equipo de veinte jugadores que se juntan con un modelo de juego, que sí que está establecido. Y en esa familia estamos más de 40 personas.
-Ha maravillado, también, la disciplina táctica de Marruecos.
-El seleccionador lo tenía claro. Los equipo africanos y árabes poseen mucho talento, jugadores con calidad individual, pero acaban perdiendo siempre. Él no quería caer en esa trampa. Ha querido ser un equipo sólido a nivel defensivo. Nuestros rivales, salvo Canadá, han sido parecidos. Croacia, Bélgica, España y Portugal manejan la posesión. Él sabía que íbamos a estar mucho tiempo detrás del balón. Convenció a los jugadores de que había que disfrutar de esas fases del juego, que no había que desesperarse si estaban mucho tiempo sin contactar con el balón. Por ahí debía pasar gran parte de nuestro éxito. Sabía que en ataque, con los jugadores que tenemos, tendríamos muchas soluciones individuales, en el uno contra uno, y colectivas. Contra Francia nos tocará lo mismo otra vez.
-Todo va acelerado, cruzando cada pocos días una nueva frontera histórica. Lo que incluye la eliminatoria con España. ¿Cómo la vivieron Juan Solla y usted?
-Una medida que tomó el entrenador es que los futbolistas que habían nacido o que jugaban en España y algunos de los técnicos como nosotros evitásemos cualquier tipo de desgaste en cuanto a medios de comunicación. Porque entendía que es un desgaste emocional intentar atender a la gente. Eso nos podía distraer y hacer perder energía. Tuve que decir que no a muchos medios hasta que pasase el partido. Pero la preparación en sí fue la misma; en nuestro caso, diseñando el trabajo teniendo en cuenta el partido jugado contra Canadá, intentando recuperar a los jugadores, ordenando junto al resto del staff el entrenamiento previo sin mayor complejidad… Como cualquier otro partido ante cualquier otro rival. Solo te paras a pensar que es un buen equipo, con un modelo de juego muy concreto. Coincide que es la selección española, pero después nos pasó con Portugal. El domingo nos tomamos una tregua en lo que es el análisis de Francia, pero desde este lunes ya nos ponemos otra vez con la rutina. No tenemos más tiempo.
-Los cruces han sido especiales a nivel social, político, histórico: con España y ahora, con Francia, donde han nacido muchos de los internacionales marroquíes. ¿Flota en el ambiente que es algo más que fútbol?
-Efectivamente muchos estábamos vinculados a España y ahora tenemos jugadores que nacieron en Francia y han decidido jugar con Marruecos. Tanto el entrenador como uno de los asistentes tienen el pasaporte francés; se criaron, vivieron y jugaron en Francia. Te lo puedes tomar de muchas maneras: como una carga emocional que te pueda superar en lo profesional o con un punto de motivación. No es culpa nuestra que el sorteo haya sido así. Una vez que ha sucedido, nos lo hemos tomado como un estímulo, no como una carga negativa. En este mundo tan globalizado, es difícil que no tengas relación con otro país o otros compañeros en un torneo como el Mundial.
-Y ahora, tras eliminar a España y presenciar el último partido de Cristiano Ronaldo en un Mundial, el más difícil todavía: la gran favorita.
-En la concentración, cada victoria se celebra muchísimo, como si hubiésemos ganado la Copa del Mundo. Es muy típico de ellos celebrarlo, con control. Pero también lo estamos viviendo con mucha naturalidad. Se le está dando normalidad a todo. No sé si es por cierta experiencia de gente que está aquí o por la gestión del entrenador, pero hay alegría contenida, naturalidad en llevar las cosas… No hemos variado ni modificado los hábitos de organización del programa del día desde el 13 de noviembre, que llegamos a Doha. Parece fácil decirlo, pero estamos entre las cuatro mejores del mundo. Y los jugadores se dejarán el alma para intentar llegar a la final.
-“Me lo tomo como un premio a mis 27 años de carrera”, dijo cuando Regragui lo contrató y supo que participaría en un Mundial.
-Igual no exteriorizo la felicidad que siento por dentro como profesional, pero es que no podía imaginar algo así. Cuando era niño y jugaba en mi patio con mis amigos, éramos la Argentina de Maradona contra Alemania o Holanda. Y el que ganaba levantaba un trofeo. Ahora estamos Juan y yo metidos en un sueño. “Pellízcame”, nos decimos pero no, tenemos faena y hay que sacar adelante esto como sea.
-¿El grupo se ha podido aislar de la locura que se está viviendo en Marruecos o por parte de los aficionados marroquíes en Catar?
-Los hoteles son muy herméticos. Estamos en una zona a la que accedemos por la entrada principal y en el vestíbulo no puede haber nadie que no sea de la expedición de la selección. Desde los ascensores solo nosotros podemos acceder a nuestras plantas. Estamos muy tranquilos. Parece que no hay nadie. Eso nos da mucha autonomía. Pero mucha gente tiene familia en Marruecos y claro que nos llegan noticias de la gente saliendo a la calle en Rabat, Casablanca, Marrakech… Es un país muy patriótico. La selección tira mucho. Y en los estadios, la proporción de aficionados es de 10/3 a nuestro favor. Es un factor que estamos notando. Los jugadores sienten ese empuje de todos los marroquíes que viven en Arabia Saudita, en Emiratos, en Omán, en Bárein, que vienen aquí. Para ellos es también un sentimiento de orgullo, de reivindicación de un pueblo. Están en pleno desarrollo y esto es una muestra al mundo de que pueden ser un país con prosperidad.
-Ambos son profesionales reputados, pero no sé si Juan Solla de vez en cuando se le abraza y le dice: “Gracias por haberme elegido”.
-Cuando firmé en la federación, el mister me dijo que sabía que necesitaría a alguien de confianza en las concentraciones. Hoy en día es imposible atender a tantas cosas uno solo. Prefirió que lo eligiese yo. Sabía que sería muy importante. Y es verdad. Había varias personas que podían estar aquí de los que nos conocemos de nuestro entorno de formación, en la Universidad de Vigo, y los que están cerca de nosotros. Pero Juan ya había estado colaborando con la selección rusa, con mi compañero Luis Casais. Me lo cedieron. Estoy muy contento. Estamos sacando el trabajo adelante y sería imposible yo solo o con otra persona que no conociera. Él me ve la cara y ya sabe lo que tenemos que hacer. Esa comunicación lo facilita todo. Él está muy agradecido y yo, a él por haber podido venir.
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